El territorio que hoy reconocemos como Región de Los Ríos, geográficamente porción norte de la Patagonia chilena, es una zona que desde su vida, antes de la llegada de los españoles con su caballo y arcabuz, ha entregado notas claras de su interés por contar, relatar y dejar registro de sus hazañas, prácticas culturales, sus valores y proyección o desafíos.
Tierra profusamente habitada por el pueblo williche (mapuche del sur) y lafkenche (mapuche de la costa), de habla autodenominada mapudungun (el habla del territorio), un idioma que hace fiesta del relato oral de cuentos de antigua data repetidos en sus comunidades, y últimamente escritos y circulando en papel y formato digital. Los epew, son cuentos que abarcan comportamientos, historias breves y enseñanzas que se pueden encontrar entre los libros que ofrece este portal.
La crónica, el relato de la conquista, es la primera narrativa conocida, y por cierto en lengua española. Quienes la escriben son los amables cronistas que en su papel de albaceas de las hazañas, y con la finalidad de registrar y mantener informada a la corona de las proezas y avances en la misión de hacerse dueños del “nuevo mundo”, encomiendan y no dudan en mantener el oficio de la escritura en sus avances de dominación y posterior conquista.
Literatura de los Ríos ha completado un registro de obras de cronistas y narradores, siendo la narrativa el género más desarrollado o que convoca a los autores a usar en su necesidad de creación literaria. Obras escritas a lo largo de nuestra historia, entre cuyos textos más antiguos conservados se destacan relatos de la conquista, los conocemos gracias a los testimonios que soldados de la época entregaron a través de las crónicas. Con estos relatos históricos, intentaron mostrar un fresco de su tiempo, a la vez que narraron acontecimientos en los que fueron testigos y actores. En oposición al ascenso de una nueva clase privilegiada de burócratas y eclesiásticos venidos de España que desplazaban a los antiguos conquistadores, el afán de estos cronistas fue reivindicar la hazaña de la conquista y así justificar una recompensa de la corona por los servicios prestados.
En los siglos posteriores, el modelo del soldado-cronista fue desplazado por el de historiadores más eruditos, entre los que destacan los jesuitas Alonso de Ovalle, Felipe Gómez de Vidaurre, Juan Ignacio Molina, Miguel de Olivares y Diego de Rosales con su Historia General del Reino de Chile, Flandes Indiano. No obstante, una buena parte de los cronistas seguían proviniendo del mundo militar, como sucedió con Alonso González de Nájera y Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, en el siglo XVII, y Vicente de Carvallo y Goyeneche y José Antonio Pérez García, a fines de XVIII.